Ser Abuelo

Ser Abuelo

Por Mario Morosini

No existe una sola manera de ser abuelo. Lo que sí puedo afirmar con absoluta convicción, que es un sentimiento único. Cuesta describirlo, pero intentaré.

Ser hijo, padre, tener pareja, formar en una palabra una familia y antes, ser formado en una,, son instancias de la vida que dejan su marca.

Por qué ser abuelo es diferente? Es un poco la síntesis final del recorrido por la vida. Así lo siento y vivo yo. La responsabilidad es mínima. El disfrute pleno. Incluso se viven diferentes etapas.

Cuando son pequeños, aprender a caminar, los mimos enternecen. Luego sentir la alegría que tienen al vernos,  tanto cuando los visitamos o cuando nos visitan.

Año a año se van separando un poco. El vínculo se palpa con la misma intensidad, pero los nietos van “armando” su propio camino. Sus inquietudes, sus nuevos objetivos, las amistades y sin quererlo, aferrándonos egoístamente a algo antinatural, pretendemos tenerlos siempre al lado. Inevitablemente viene la parte del distanciamiento, lento, que se acentúa con el crecimiento de ellos. Eso es lo complejo de manejar.

Respetar sus tiempos, encontrando a manera de un “pordiosero” ese cariño que está, pero que cada vez es menos presente.

La vitalidad e independencia que van logrando, es alguna medida corre en sentido inverso a las carencias físicas que vamos sumando los viejos, vienen las nanas lógicas.

Y ahí está la sabiduría de ser abuelo. Si comprendemos que eso es natural, lo podemos disfrutar. Mirarlos, observarlos crecer, formar su personalidad, empezar a tomar decisiones y marcar gustos que los identifican, todo eso si se sabe interpretar, es realmente un disfrute.

Por ejemplo, en mi caso personal tengo una nieta de dos años, otro varón de cuatro y el mayor de nueve años.

Al mayor le enseñé a jugar al ajedrez cuando tenía 5 años. Hoy sigue practicándolo, no en cantidad, pero incluso jugó algún que otro torneo. En el futuro, recordará siempre quien le enseñó a jugar este deporte que es considerado algo más que un juego; es para muchos una diversión intelectual que tiene  arte y mucho de ciencia. Y seguro dirá, “me enseñó mi abuelo”. Ese pequeño detalle lo disfruto en silencio.

Seguramente su otro abuelo, gran asador, le debe ocurrir lo mismo porque este vivaz nieto pinta para un buen asador..

La niña tiene otros momentos. Recién está hablando y se pone alegre por venir a vernos, diciendo cuando no nos ve, “abuelo, abuela” como una muletilla. El varón de cuatro es demasiado diablo y le di muchos vicios. Somos cómplices en ver dibujitos que la madre no quiere que vea, como los superhéroes, Hulck y otros.

Como abuelo, es imposible negarse, porque además captan nuestras debilidades y después de todo no somos quienes tenemos que formarlos. Estamos liberados, sin pasar obviamente ciertos límites.

Pero están acá, los veo todos los días o sé de ellos todos los días. La pandemia joroba bastante el mayor acercamiento. Pero igual, no hay grandes vacíos Muy fulero debe ser tenerlos en el exterior.

Un amigo me decía que algunas veces se iba a las rocas de la playa y mirando el mar lloraba en silencio, en soledad, al no tenerlos cerca.

En fin, vale la pena ser abuelo, hay que intentarlo o mejor dicho “den manija” a vuestros hijos aquellos que todavía no son veteranos, con algunos achaques, pero con ese cariño que solamente saben transmitir los nietos.

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