Por Hugo Bervejillo
En 1625, el rey de Suecia Gustavo II decidió- para su mayor gloria y la de su reinado-, construir un barco de guerra lo suficientemente grande y poderoso como para infundir temor entre sus enemigos (de entre ellos, el más temible era Polonia).
Quiso un barco que fuera un símbolo de su gobierno. Por lo tanto se imaginó algo descomunal, y, lleno de ideas, convocó al mejor ingeniero de barcos en ese momento, el holandés Henrik Hibertsson, y le expuso sus deseos para que los plasmara.
Hibertsson estudió el tema y le llevó el plano de un barco de 41 metros de eslora ( de largo), elegante, con 32 cañones y una estampa heroica.
Pero al rey le habían llegado noticias de sus espías en Polonia, que decían que ese país intentaba construir un barco muy grande para combatir a Suecia; entonces le ordenó a su ingeniero que a su proyecto le agregara a la cubierta proyectada una segunda cubierta de cañones, para que portara 64, a la vez que lo dotaría de una altura extraordinaria que lo haría visible, para infundir temor y respeto.
Y lo quería antes del plazo estipulado, para sorprender al enemigo. Y le dijo que ni se fijara en los gastos.
El ingeniero Hibertsson era un profesional con carácter, y le explicó al rey que eso no era posible: el casco ya estaba en construcción y no soportaría un sobrepeso semejante, además que implicaría una cantidad y volumen de lastre que el casco no podía asimilar. En todo caso, habría que empezar todo de nuevo, con las perdidas de tiempo consiguientes
El rey insistió pero Hibertsson era tenaz y celoso de su ciencia. Y entonces sucedió que el ingeniero, que ya estaba enfermo, falleció sorpresivamente con el Vasa a medio construir.
Gustavo II, rápidamente, acudió a un socio de Hibertsson, Hein Jakobsson- mucho más amable y condescendiente- a quien puso rápidamente a su favor, que le aceptó las modificaciones, y aún, cuantos detalles de adorno quiso agregar el Rey.
Por fin, en enero de 1628 se botó al «Vasa»: tenía 69 metros de longitud (eslora) y medía 50 metros de altura (desde la quilla hasta la cofa del palo mayor), disponía de 10 velas, pesaba 1.200 toneladas y lo ornaban cientos de esculturas.
La orden real – había una extraordinaria multitud asistiendo al evento- fue que partiera con todos los portalones de los cañones abiertos, disparando con salva, a modo de festejo.
Al llegar apenas a una milla de recorrido, debido a un golpe de viento el barco escoró, corrigió, y volvió a escorar. Pero dado el peso suplementario de la cubierta alta, la enorme arboladura y el poco volumen del lastre en un casco relativamente pequeño, la línea de flotación quedó demasiado cerca de la línea de cañones de la cubierta baja: el agua comenzó a entrar, inundó la sentina y rápidamente la cubierta, escoró definitivamente al «Vasa», y allí nomás se hundió, y con él, la gloria de Suecia.
Se ignora a que le echó la culpa Gustavo II.