El Partido Colorado estuvo al frente de la comuna montevideana desde el origen de la historia hasta 1958. En ese lapso- entre otros actos administrativos-, le puso nombre a las calles capitalinas, sin bien con la impronta del cintillo partidario, y reivindicando aquellos años en que Montevideo era como de su propiedad, en tiempos del Gobierno de la Defensa, de la Guerra Grande (1839-1851)
Así, mientras una de las avenidas más importantes es la Avda. Gral Fructuoso Rivera (fundador del Partido Colorado), no existe ni siquiera una calle que recuerde al general Manuel Oribe (fundador del Partido Nacional). Sí se lo recuerda en una ruta (ruta 5), pero fuera de Montevideo.
Otra avenida importante es la que recuerda al general Venancio Flores (protagonista de un motín contra el gobierno constituido, con la ayuda de Argentina, Brasil e Inglaterra), mientras que el general Leandro Gómez- heroico defensor de la soberanía del país, en 1865-, es apenas una calle secundaria en el barrio Piedras Blancas.
Bulevar José Batlle y Ordóñez es una avenida principal de Montevideo, pero Timoteo Aparicio y Aparicio Saravia son calles escondidas en barrios poco recomendables. Y recordemos que una calle del distinguido barrio de Punta Caretas recuerda al siniestro José Gregorio Suárez, «el Goyo Jeta».
A esa afinidad de cintillo obedece, también, una calle que recuerda a Julián Laguna, hombre fiel del general Rivera.
Tres episodios bastarían para ubicar a Laguna:
Uno: producida la captura de Rivera por las fuerzas de Lavalleja- y cooptado aquel tras el «abrazo» del Monzón, en 1825-, se produce una conspiración por parte de agentes lusitanos- ocupantes del territorio de la Banda Oriental-, para asesinar a los jefes rebeldes. Con fecha 28 de mayo. el dr. Nicolás Herrera (adicto a los invasores portugueses, al punto que le otorgaron el título de Conde), le escribe a su cuñado Lucas Obes (de iguales aficiones) que había mantenido contactos con el mayor Juan M. Turreyro, y que éste le había asegurado que estaba dispuesto, junto con el coronel Laguna y el mayor Isás- apodado «Calderón»-, a «sublevar al regimiento de Dragones ( apoyo de Lavalleja), dar el golpe y asesinar a los jefes sublevados. Lo cuenta Pivel Devoto en «La epopeya Nacional de 1825.
Dos: participó (en 1831, a un año escaso de la Constitución del país) en la matanza a traición de los charrúas en el Salsipuedes, a las órdenes directas de su jefe Rivera, y- como persona de confianza-, fue quien condujo a los sobrevivientes- mujeres, niños, ancianos-, desde allí a Montevideo. El trayecto podemos estimarlo en unos 300 quilómetros. Mientras que él y su tropa hicieron el viaje a caballo, obligaron a los charrúas a hacerlo a pie: el destino de esa gente era el servicio doméstico en condiciones de esclavitud. Eso, para los sobrevivientes. Los que no llegaron, quedaron al costado del camino.
Tres: electo presidente Manuel Oribe en 1834, al poco tiempo el gral, Rivera se amotina contra el gobierno, y su intento finaliza en la batalla de Carpintería (19 de setiembre de1836), donde triunfan las fuerzas gubernistas. Con lo que queda de su fuerza, Rivera cruza la frontera norte, donde Bentos Manuel Ribeiro y Bentos Gonzálvez le arriman tropa para ayudarlo a recuperar- por medio de otro motín-, la presidencia perdida en las urnas. Mano derecha de Rivera era el general Julián Laguna.
Cuando se lo recuerda con una calle, no solamente se trata de un acto militante de su cofradía política, también es un acto de enseñanza, de instrucción para todos lo habitantes del departamento, más allá de su definición partidaria.
Recordar a semejante personaje- que, ante una invasión a su patria, se sumó el ejército enemigo y estuvo dispuesto a asesinar por ellos, que contribuyó a masacrar conciudadanos y aún a humillarlos y entregarlos como esclavos, y capaz de sumarse otra vez a fuerzas extranjeras para satisfacer su cintillo partidario (a seis años de la conformación legal del país) no parece un buen ejemplo para nadie, si es que se piensa en valores positivos para el país.
Hugo Bervejillo